Page 235 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker
—Veremos —dijo el profesor, y movidos por el mismo
impulso buscamos la salida del cementerio, llevando con noso
tros al niño dormido.
Cuando nos hubimos alejado un pequeño trecho, nos
recogimos tras un macizo de árboles, encendimos un fósforo y
miramos la garganta del niño. No tenía ni un arañazo ni cicatriz
alguna.
—¿Tenía yo razón? —pregunté triunfalmente.
—Llegamos apenas a tiempo —dijo el profesor, como
meditando.
Ahora teníamos que decidir qué íbamos a hacer con el
niño, por lo que consultamos acerca de él. Si lo llevábamos a
una estación de policía tendríamos que dar declaración de nues
tro movimiento durante la noche; por lo menos, tendríamos que
declarar de alguna manera como habíamos encontrado al niño.
Así es que finalmente decidimos que lo llevaríamos al Brezal, y
que si oíamos acercarse a un policía lo dejaríamos en un lugar
en donde él tuviera que encontrarlo. Luego podríamos irnos a
casa lo más pronto posible, A la orilla del Brezal de Hampstead,
oímos los pesados pasos de un policía y dejamos al niño a la
orilla del camino, y luego esperamos y observamos hasta que
vimos que él lo había iluminado con su linterna. Escuchamos sus
exclamaciones de asombro y luego nos alejamos en silencio.
Por suerte encontramos un coche cerca de "Los Españoles", y
nos fuimos en él a la ciudad.
No puedo dormir, por lo que estoy haciendo estas ano
taciones. Pero debo tratar de dormir siquiera unas horas, ya que
van Helsing vendrá por mí al mediodía. Insiste en que lo acom
pañe en otra expedición semejante a la de hoy.
27 de septiembre. Dieron las dos de la tarde antes de
que encontráramos una oportunidad para realizar nuestro inten
to. Un funeral efectuado al mediodía había terminado, y los últi
mos dolientes rezagados se alejaban perezosamente en grupos,
cuando, mirando cuidadosamente detrás de un macizo de árbo
les de aliso, vimos cómo el sepulturero cerraba la verja detrás de
él. Sabíamos que estaríamos a salvo hasta la mañana en caso
de que lo deseáramos; pero mi maestro me dijo que no necesita
ríamos más que una hora, a lo sumo. Nuevamente sentí esa
horrible sensación de la realidad de las cosas, en la cual cual
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