Page 241 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker


                         —Sí. Me sentí un poco molesto al principio. Ha habido
                  tantos enredos en torno a mi casa en los últimos tiempos que no
                  me agradaba la idea de uno más. Asimismo, tenía curiosidad por
                  saber qué quería usted decir. Quincey y yo discutimos acerca de
                  ello; pero, cuanto más ahondábamos la cuestión tanto más des
                  concertados nos sentíamos. En lo que a mí respecta, creo que
                  he perdido por completo la capacidad de comprender.
                         —Yo me encuentro en el mismo caso —dijo Quincey
                  Morris, lacónicamente.
                         —¡Oh! —dijo el profesor—. En ese caso, se encuentran
                  ustedes más cerca del principio que nuestro amigo John, que
                  tiene que desandar mucho camino para acercarse siquiera al
                  principio.
                         A todas luces había comprendido que había vuelto a du
                  dar de todo ello, sin que yo pronunciara una sola palabra. Luego,
                  se volvió hacia los otros dos y les dijo, con mucha gravedad:
                         —Deseo que me den su autorización para hacer esta
                  noche lo que creo conveniente. Aunque sé que eso es mucho
                  pedir; y solamente cuando sepan qué me propongo hacer com
                  prenderán su importancia. Por consiguiente, me veo obligado a
                  pedirles que me prometan el permiso sin saber nada, para que
                  más tarde, aunque se enfaden conmigo y continúen enojados
                  durante cierto tiempo, una posibilidad que no he pasado por alto,
                  no puedan culparse ustedes de nada.

                         —Me parece muy leal su proceder —interrumpió Quin
                  cey—. Respondo por el profesor. No tengo ni la menor idea de
                  cuáles sean sus intenciones; pero les aseguro que es un caba
                  llero honrado, y eso basta para mí.
                         —Muchas gracias, señor —dijo van Helsing con orgu
                  llo—. Me he honrado considerándolo a usted un amigo de con
                  fianza, y su apoyo me es muy grato.
                         Extendió una mano, que Quincey aceptó.
                         Entonces, Arthur tomó la palabra:

                         —Doctor van Helsing, no me agrada "comprar un cerdo
                  en un saco sin verlo antes", como dicen en Escocia, y si hay
                  algo en lo que mi honor de caballero o mi fe como cristiano pue
                  dan verse comprometidos, no puedo hacer esa promesa. Si
                  puede usted asegurarme que esos altos valores no están en
                  peligro de violación, le daré mi consentimiento sin vacilar un



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