Page 315 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker
—Me gustaría darle a usted esos informes si los tuviera,
señor Harker, y especialmente me gustaría servir a su cliente.
En cierta ocasión llevamos a cabo unas transacciones para él
sobre el alquiler de unas habitaciones cuando era el Honorable
Arthur Holmwood. Si puede usted darme la dirección de su seño
ría, tendré mucho gusto en consultar a la casa sobre el sujeto y,
en todo caso, me comunicaría con su señoría por medio del
correo de esta misma noche. Será un placer el facilitarle esos
informes a su señoría, si es que podemos apartarnos en este
caso de las reglas de conducta de esta casa.
Deseaba hacerme una amistad, no buscarme un enemi
go, de modo que le di las gracias, le entregué la dirección de la
casa del doctor Seward y me fui. Era ya de noche y me sentía
cansado y hambriento. Tomé una taza de té en la Aerated Bread
Companyy regresé a Purfleet en tren.
Encontré a todos los otros en la casa. Mina tenía aspec
to pálido y cansado, pero hizo un valeroso esfuerzo para parecer
amable y animosa: me dolía pensar que había tenido que ocul
tarle algo y que de ese modo la había inquietado. Gracias a
Dios, sería la última noche que tendría que estar cerca sin asistir
a nuestras conferencias, creyendo en cierto modo que no era
merecedora de nuestra confianza. Necesité todo mi valor para
mantenerla realmente alejada de todo lo relativo a nuestro horri
ble trabajo. Parece estar en cierto modo más hecha a la idea, o
el sujeto se le ha hecho repugnante, puesto que cada vez que se
hace alguna alusión accidental a ese tema, se estremece verda
deramente. Me alegro de que hayamos tomado nuestra resolu
ción a tiempo, puesto que con sentimientos semejantes, nues
tros conocimientos cada vez mayores serían una verdadera
tortura para ella.
No podía hablarles a los demás de los descubrimientos
que había efectuado durante el día en tanto no estuviéramos
solos. Así, después de la cena, y de un pequeño intermedio
musical que sirvió para guardar las apariencias, incluso para
nosotros mismos, conduje a Mina a su habitación y la dejé que
se acostara. Mi adorable esposa fue más cariñosa conmigo que
nunca y me abrazó como si deseara retenerme, pero había mu
cho de qué hablar y tuve que dejarla sola. Gracias a Dios, el
haber dejado de contarnos todas las cosas, no había hecho que
cambiaran las cosas entre nosotros.
Cuando bajé otra vez encontré a todos sentados en
torno al fuego, en el estudio.
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