Page 354 - Drácula
P. 354

Drácula de Bram Stoker


                  encontraban cerca de nosotros, volvieron a otro lado sus ojos
                  arrasados de lágrimas. Entonces, van Helsing se volvió y dijo
                  gravemente, en tono tan grave que no pude evitar el pensar que
                  estaba siendo inspirado en cierto modo, y estaba declarando
                  algo que no salía de él mismo:
                         —Es posible que tenga usted que llevar esa marca hasta
                  que Dios mismo lo disponga o para que la vea durante el Juicio
                  Final, cuando enderece todos los errores de la tierra y de Sus
                  hijos que ha colocado en ella. Y mi querida señora Mina, ¡deseo
                  que todos nosotros, que la amamos, podamos estar presentes
                  cuando esa cicatriz rojiza desaparezca, dejando su frente tan
                  limpia y pura como el corazón que todos conocemos!. Ya que
                  estoy tan seguro como de que estoy vivo de que esa cicatriz
                  desaparecerá en cuanto Dios disponga que concluya de pesar
                  sobre nosotros la carga que nos abruma. Hasta entonces, lleva
                  remos nuestra cruz como lo hizo Su Hijo, obedeciendo Su volun
                  tad. Es posible que seamos instrumentos escogidos de Su bue
                  na voluntad y que obedezcamos a Su mandato entre estigmas y
                  vergüenzas; entre lágrimas y sangre; entre dudas y temores, y
                  por medio de todo lo que hace que Dios y los hombres seamos
                  diferentes.
                         Había esperanza en sus palabras y también consuelo.
                  Además, nos invitaban a resignarnos. Mina y yo lo comprendi
                  mos así y, simultáneamente, tomamos cada uno de nosotros
                  una de las manos del anciano y se la besamos humildemente.
                  Luego, sin pronunciar una sola palabra, todos nos arrodillamos
                  juntos y, tomándonos de la mano, juramos ser sinceros unos con
                  otros y pedimos ayuda y guía en la terrible tarea que nos espe
                  raba. Todos los hombres nos esforzamos en retirar de Mina el
                  velo de profunda tristeza que la cubría, debido a que todos, cada
                  quien a su manera, la amábamos.
                         Era ya hora de partir. Así pues, me despedí de Mina, de
                  una manera tal que ninguno de nosotros podremos olvidarla
                  hasta el día de nuestra muerte, y nos fuimos. Había algo para lo
                  que estaba ya preparado: si descubríamos finalmente que Mina
                  resultaba un vampiro, entonces, no debería ir sola a aquella
                  tierra terrible y desconocida. Supongo que era así como en la
                  antigüedad un vampiro se convertía en muchos; sólo debido a
                  que sus horribles cuerpos debían reposar en tierra santa, asi
                  mismo el amor más sagrado era el mejor sargento para el reclu
                  tamiento de su ejército espectral.





                                             353
   349   350   351   352   353   354   355   356   357   358   359