Page 355 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker
Entramos en Carfax sin dificultad y encontramos todo
exactamente igual que la primera vez que estuvimos en la caso
na. Era difícil creer que entre aquel ambiente prosaico de negli
gencia, polvo y decadencia, pudiera haber una base para un
horror como el que ya conocíamos. Si nuestras mentes no estu
vieran preparadas ya y si no nos espolearan terribles recuerdos,
no creo que hubiéramos podido llevar a cabo nuestro cometido.
No encontramos papeles ni ningún signo de uso en la casa, y en
la vieja capilla, las grandes cajas parecían estar exactamente
igual que como las habíamos visto la última vez. El doctor van
Helsing nos dijo solemnemente, mientras permanecíamos en pie
ante ellas:
—Ahora, amigos míos, tenemos aquí un deber que
cumplir. Debemos esterilizar esta tierra, tan llena de sagradas
reliquias, que la han traído desde tierras lejanas para poder
usarla. Ha escogido esta tierra debido a que ha sido bendecida.
Por consiguiente, vamos a derrotarlo con sus mismas armas,
santificándola todavía más. Fue santificada para el uso del hom
bre, y ahora vamos a santificarla para Dios.
Mientras hablaba, sacó del bolsillo un destornillador y
una llave y, muy pronto, la tapa de una de las cajas fue levanta
da. La tierra tenía un olor desagradable, debido al tiempo que
había estado encerrada, pero eso no pareció importarnos a nin
guno de nosotros, ya que toda nuestra atención estaba concen
trada en el profesor. Sacando del bolsillo un pedazo de la Hostia
Sagrada, lo colocó reverentemente sobre la tierra y, luego, vol
viendo a colocar la tapa en su sitio, comenzó a ponerle otra vez
los tornillos.
Nosotros lo ayudamos en su trabajo.
Una después de otra, hicimos lo mismo con todas las
grandes cajas y, en apariencia, las dejamos exactamente igual
que como las habíamos encontrado, pero en el interior de cada
una de ellas había un pedazo de Hostia. Cuando cerramos la
puerta a nuestras espaldas, el profesor dijo solemnemente:
—Este trabajo ha terminado. Es posible que logremos
tener el mismo éxito en los demás lugares, y así, quizá para
cuando el sol se ponga hoy, la frente de la señora Mina esté
blanca como el marfil y sin el estigma.
Al pasar sobre el césped, en camino hacia la estación,
para tomar el tren, vimos la fachada del asilo. Miré ansiosamen
te, y en la ventana de nuestra habitación vi a Mina.
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