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Drácula de Bram Stoker



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                         Del diario del doctor Seward



                              de octubre. El tiempo nos pareció extremadamente
                         3    largo, mientras esperábamos a lord Godalming y a
                              Quincey Morris. El profesor trataba de mantenernos
                              distraídos, utilizando nuestras mentes sin descan
                              so. Comprendí perfectamente cuál era el benéfico
                  objetivo que perseguía con ello, por las miradas que lanzaba de
                  vez en cuando a Harker. El pobre hombre está abrumado por
                  una tristeza que da dolor. Anoche era un hombre franco, de as
                  pecto alegre, de rostro joven y fuerte, lleno de energía y con el
                  cabello de color castaño oscuro. Hoy, parece un anciano maci
                  lento y enjuto, cuyo cabello blanco se adapta muy bien a sus
                  ojos brillantes y profundamente hundidos en sus cuencas y con
                  sus rasgos faciales marcados por el dolor. Su energía permane
                  ce todavía intacta, en realidad, es como una llama viva. Eso
                  puede ser todavía su salvación, puesto que, si todo sale bien, le
                  hará remontar el período de desesperación; entonces, en cierto
                  modo, volverá a despertar a las realidades de la vida. ¡Pobre
                  tipo! Pensaba que mi propia desesperación y mis problemas
                  eran suficientemente graves; pero, ¡esto…! El profesor lo com
                  prende perfectamente y está haciendo todo lo que está en su
                  mano por mantenerlo activo. Lo que estaba diciendo era, bajo
                  las circunstancias, de un interés extraordinario. Estas fueron
                  más o menos sus palabras:
                         —He estado estudiando, de manera sistemática y repe
                  tida, desde que llegaron a mis manos, todos los documentos
                  relativos a ese monstruo, y cuanto más lo he examinado tanto
                  mayor me parece la necesidad de borrarlo de la faz de la tierra.
                  En todos los papeles hay señales de su progreso; no solamente
                  de su poder, sino también de su conocimiento de ello. Como
                  supe, por las investigaciones de mi amigo Arminius de Budapest,
                  era, en vida, un hombre extraordinario. Soldado, estadista y
                  alquimista..., cuyos conocimientos se encontraban entre los más
                  desarrollados de su época. Poseía una mente poderosa, cono
                  cimientos incomparables y un corazón que no conocía el temor
                  ni el remordimiento. Se permitió incluso asistir a la Escoloman
                  cia, y no hubo ninguna rama del saber de su tiempo que no hu



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