Page 358 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker


                  previa, no tuvimos dificultad en comprender que el conde había
                  estado utilizando aquel lugar con toda libertad.
                         A continuación, nos dedicamos a explorar la casa, y
                  permanecimos todos juntos, en previsión de algún ataque, ya
                  que sabíamos que nos enfrentábamos a un enemigo fuerte,
                  cruel y despiadado y todavía no sabíamos si el conde estaba o
                  no en la casa. En el comedor, que se encontraba detrás del ves
                  tíbulo, encontramos ocho cajas de tierra.
                         ¡Ocho de las nueve que estábamos buscando! Nuestro
                  trabajo no estaba todavía terminado ni lo estaría en tanto no
                  encontráramos la caja que faltaba. Primeramente, abrimos las
                  contraventanas que daban a un patio cercado con muros de
                  piedra, en cuyo fondo había unas caballerizas encaladas, que
                  tenían el aspecto de una pequeña casita.
                  No había ventanas, de modo que no teníamos miedo de que nos
                  vieran. No perdimos el tiempo examinando los cajones. Con las
                  herramientas que habíamos llevado con nosotros, abrimos las
                  cajas, una por una, e hicimos exactamente lo mismo que había
                  mos hecho con las que estaban en la vieja capilla. Era evidente
                  que el conde no se hallaba en la casa en esos momentos, y
                  registramos todo el edificio, buscando alguno de sus efectos.
                  Después de examinar rápidamente todas las habitaciones, des
                  dela planta baja al ático, llegamos a la conclusión de que en el
                  comedor debían encontrarse todos los efectos que pertenecían
                  al conde y, por consiguiente, procedimos a examinarlo todo con
                  extremo cuidado. Se encontraban todos en una especie de des
                  orden ordenado en el centro de la gran mesa del comedor. Ha
                  bía títulos de propiedad de la casa de Piccadilly en un montonci
                  to; facturas de la compra de las casas de Mile End y Ber
                  mondsey; papel para escribir, sobres, plumas y tinta. Todo esta
                  ba envuelto en papel fino, para preservarlo del polvo. Había
                  también un cepillo para la ropa, un cepillo y un peine y unajofai
                  na... Esta última contenía agua sucia, enrojecida, como si tuviera
                  sangre. Lo último de todo era un llavero con llaves de todos los
                  tamaños y formas, probablemente las que pertenecían a las
                  otras casas. Cuando examinamos aquel último descubrimiento,
                  lord Godalming y Quincey Morris tomaron notas sobre las direc
                  ciones de las casas al este y al sur, tomaron consigo las llaves y
                  se pusieron en camino para destruir las cajas en aquellos luga
                  res. El resto de nosotros estamos, con toda la paciencia posible,
                  esperando su regreso..., o la llegada del conde.





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