Page 366 - Drácula
P. 366
Drácula de Bram Stoker
La tarde estaba ya bastante avanzada y no faltaba ya
mucho para la puesta del sol. Tuvimos que reconocer que el
trabajo había concluido y, con tristeza, estuvimos de acuerdo
con el profesor, cuando dijo:
—Regresemos con la señora Mina... Con la pobre seño
ra Harker. Ya hemos hecho todo lo que podíamos por el momen
to y, al menos, vamos a poder protegerla. Pero es preciso que
no desesperemos. No le queda al vampiro más que una caja de
tierra y vamos a tratar de encontrarla; cuando lo logremos, todo
irá bien.
Comprendí que estaba hablando tan valerosamente co
mo podía para consolar a Harker. El pobre hombre estaba com
pletamente abatido y, de vez en cuando, gemía, sin poder evitar
lo... Estaba pensando en su esposa.
Llenos de tristeza, regresamos a mi casa, donde halla
mos a la señora Harker esperándonos, con una apariencia de
buen humor que honraba su valor y su espíritu de colaboración.
Cuando vio nuestros rostros, el suyo propio se puso tan pálido
como el de un cadáver: durante uno o dos segundos, permane
ció con los ojos cerrados, como si estuviera orando en secreto y,
después, dijo amablemente:
—Nunca podré agradecerles bastante lo que han hecho.
¡Oh, mi pobre esposo! —mientras hablaba, tomó entre sus ma
nos la cabeza grisácea de su esposo y la besó—. Apoya tu po
bre cabeza aquí y descansa. ¡Todo estará bien ahora, querido!
Dios nos protegerá, si así lo desea.
El pobre hombre gruñó. No había lugar para las palabras
en medio de su sublime tristeza.
Cenamos juntos sin apetito, y creo que eso nos dio cier
tos ánimos a todos. Era quizá el simple calor animal que infunde
el alimento a las personas hambrientas, ya que ninguno de no
sotros había comido nada desde la hora del desayuno, o es
probable que sentir la camaradería que reinaba entre nosotros
nos consolara un poco, pero, sea como fuere, el caso es que
nos sentimos después menos tristes y pudimos pensar en lo
porvenir con cierta esperanza. Cumpliendo nuestra promesa, le
relatamos a la señora Harker todo lo que había sucedido, y aun
que se puso intensamente pálida a veces, cuando su esposo
estuvo en peligro, y se sonrojó otras veces, cuando se puso de
manifiesto la devoción que sentía por ella, escuchó todo el relato
valerosamente y conservando la calma. Cuando llegamos al
365