Page 371 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker
—No —le respondí—, pero Mina desea ver al doctor van
Helsing inmediatamente.
Dos o tres minutos después, van Helsing estaba en la
habitación, en sus ropas de dormir, y el señor Morris y lord Go
dalming estaban en la puerta, con el doctor Seward, haciendo
preguntas. Cuando el profesor vio a Mina, una sonrisa, una ver
dadera sonrisa, hizo que la ansiedad abandonara su rostro; se
frotó las manos, y dijo:
—¡Mi querida señora Mina! ¡Vaya cambio! ¡Mire! ¡Amigo
Jonathan, hemos recuperado a nuestra querida señora Mina
nuevamente, como antes! —luego, se volvió hacia ella y le dijo
amablemente—: ¿Y qué puedo hacer por usted? Supongo que
no me habrá llamado usted a esta hora por nada.
—¡Quiero que me hipnotice usted! —dijo Mina —. Hága
lo antes del amanecer, ya que creo que, entonces, podré hablar
libremente. ¡Dése prisa; ya no nos queda mucho tiempo!
Sin decir palabra, el profesor le indicó que tomara asien
to en la cama.
La miró fijamente y comenzó a hacer pases magnéticos
frente a ella, desde la parte superior de la cabeza de mi esposa,
hacía abajo, con ambas manos, repitiendo los movimientos va
rias veces. Mina lo miró fijamente durante unos minutos, durante
los cuales mi corazón latía como un martillo pilón, debido a que
sentía que iba a presentarse pronto alguna crisis. Gradualmente,
sus ojos se fueron cerrando y siguió sentada, absolutamente
inmóvil. Solamente por la elevación de su pecho, al ritmo de su
respiración, podía verse que estaba viva. El profesor hizo unos
cuantos pases más y se detuvo; entonces vi que tenía la frente
cubierta de gruesas gotas de sudor. Mina abrió los ojos, pero no
parecía ser la misma mujer. Había en sus ojos una expresión de
vacío, como si su mirada estuviera perdida a lo lejos, y su voz
tenía una tristeza infinita, que era nueva para mí. Levantando la
mano para imponerme silencio, el profesor me hizo seña de que
hiciera pasar a los demás. Entraron todos sobre la punta de los
pies, cerrando la puerta tras ellos y permanecieron en pie cerca
de la cama, mirando atentamente. Mina no pareció verlos. El
silencio fue interrumpido por el profesor van Helsing, hablando
en un tono muy bajo de voz, para no interrumpir el curso de los
pensamientos de mi esposa:
—¿Dónde se encuentra usted?
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