Page 147 - Fantasmas, espectros y otros trapos sucios
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preocupados y salieron a buscarte.
—¿Qué hago? —pregunté angustiado.
—Tito, ¡abre ya! —dijo mi mamá—. ¡No estamos jugando!
Quité el seguro de la puerta y mis padres entraron a grandes zancadas, los dos
tenían ánimos distintos, mi mamá me dio un abrazo y mi papá un buen regaño.
—¡Creímos que te había pasado algo! —bufó mi padre con la nariz roja, señal de
que estaba furioso—. Te buscamos por toda la colonia hasta que un vecino nos
dijo que te había visto por aquí.
—¿Qué te pasó, querido? —preguntó mi mamá sorprendida.
Recordé mi aspecto, era lamentable, sucio y con manchones de pintura amarilla
hasta en el tímpano de las orejas.
—Estaba haciendo el aseo y arreglando la casa del tío —dije orgulloso.
Mis padres intercambiaron una miradita, de esas que me sacan de quicio.
—Ay, Tito, por favor, si tú nunca recoges nada —dijo mi madre muy seria—, ni
tus calcetines.
—Es malo decir mentiras —me regañó mi padre.
—¡Estoy diciendo la verdad! —insistí—. Todos estos días he estado trabajado
aquí.
—Sí como no —suspiró mi madre—. Trabajaste mucho haciendo travesuras;
¡pero mira cómo estás! Con razón siempre andas tan cochino.
—Tito, ¿no te das cuenta que es peligroso venir a jugar aquí? —mi padre elevó
la voz—. Te pudo picar una araña o morder una rata. Imagínate, no sabrías qué
hacer.
¡Eso sí era indignante! ¡Me había enfrentado a todas las alimañas del mundo
cuando hice la limpieza! Además tampoco había hecho travesuras. ¡Estaba
trabajando! No iba a dejar que mis padres pensaran que era un niño flojo,