Page 48 - Fantasmas, espectros y otros trapos sucios
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La gente sonrió orgullosa. Algunos incluso hasta aplaudieron.
—¡Aquí hay gato encerrado, es una trampa! —interrumpió Edmunda que aunque
desconocía el mercado de compra y venta de fantasmas, sabía por experiencia
que en los negocios nadie regala nada.
Don Carmelo le lanzó a la chica una mirada tan intensa que habría servido para
asar una chuleta. Luego le hizo un rápido gesto al hombrecillo fornido que tenía
al lado, este se acercó a Edmunda, la tomó por el brazo y la sacó de allí.
Nadie la defendió y hasta agradecieron la acción. Se lo tenía merecido por
criticona. Capaz que el vendedor se ofendía y retiraba los descuentos.
—Bueno, parece que eso es todo… ¿Quién quiere el primer fantasma? —Sonrió
don Carmelo a la concurrencia.
En ese momento, en Rincón de Garnica se desató la fiebre de los fantasmas. El
carnicero, don Toribio Bustos, fue de los primeros en comprar por mayoreo, y es
que el segundo fantasma costaba la mitad que el primero, y el tercero la mitad
que el segundo y así al infinito. Aprovechando la oferta el carnicero compró
cinco espectromex modelo Billy Dakota, que tenían el aspecto de unos
simpáticos vaqueros. En realidad los fantasmas no servían para nada, pero
combinaban muy bien con los trozos de res y las cabezas de cerdo de su local. Y
eso no fue todo, muy en secreto, don Toribio adquirió además un espectromex
modelo Ruperto Rengo, tal como su nombre anunciaba, el fantasma tenía el
aspecto de un horrendo jorobado. El carnicero lo quería para asustar a su hijo
Pablito Bustos, un chico delgaducho y tan medroso que le temía hasta a su
propia sombra, por lo que se ganó el apodo de Pablito Sustos. Don Toribio
siempre estaba inventando torturas nuevas para fortalecer el carácter de su hijo,
aunque por alguna razón, aún no lo conseguía.
La viuda Valderrama se conformó con un solo fantasma: el modelo Fulana
Mengana, que no tenía ninguna habilidad, en realidad la quería para que hiciera
ruido en casa y de este modo despistar a los vecinos cuando se escapara con
Fausto, el cariñoso panadero.
El músico del pueblo, llamado Sinforoso Castro, adquirió de jalón cuatro
espectromex modelo Beto Ven. Tenía planeado hacer un cuarteto de cuerdas y
llevarlos de gira artística por todo el país.