Page 49 - Fantasmas, espectros y otros trapos sucios
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—Tal vez me haga famoso —dijo con lágrimas en los ojos— y al fin se cumpla

               mi sueño de ver mi foto en el periódico.

               Un anciano, tan solitario que nadie conocía su nombre, compró nueve
               espectromex de la serie Marú Salem. La gente se preguntó: “¿Para qué querrá

               tantas viejecitas?”. La respuesta era simple: para fundar un asilo. A partir de
               entonces el anciano ya no se sintió tan solo.

               Por su parte la solterona Ágata Ordoñez se hizo de un espectromex modelo Gino

               Galán con el que salió a pasear, además compró otros tres fantasmas de repuesto
               que colocó como pretendientes bajo su balcón y los obligaba a que le dieran
               serenata. La solterona sonrió por primera vez en cuarenta años.


               Todos los espectromex tenían garantía contra fallas de fabricación, y había que
               seguir fielmente las instrucciones que venían en el manual. Según este, los
               fantasmas venían crudos, así era más fácil transportarlos en sus guajes y
               guardarlos en un almacén. El comprador los activaba con un cocimiento más
               sencillo que la receta del caldo de pollo. Además cada fantasma estaba
               programado de acuerdo con la serie a la que pertenecía (artístico, de compañía,
               decorativo…). Algunos modelos solo se vendían a mayores de edad (como el
               acechador, los asustadores o el vengador). Por motivos de confidencialidad todos
               los fantasmas tenían la boca sellada para que no contaran las intimidades de sus
               dueños. Y si el propietario se aburría, no había problema, todos los espectros
               tenían una fecha de caducidad y al cumplirse el plazo se evaporaban.


               A la semana todas las familias de Rincón de Garnica tenían al menos un
               fantasma espectromex, y es que había tantas facilidades que si no se tenía dinero
               para un primer fantasma se podía firmar un pagaré a dos años sin intereses. De
               este modo hasta la familia de Edmunda, que era pobre, consiguió el espectromex
               modelo Rosa Brisa. Se trataba de una niñita preciosa, de espesos rizos rubios y
               vestidito con holanes. Los papás y sus quince hermanos la adoraban, pero a
               Edmunda le pareció una adquisición inútil.


               —No puede cargar ni un saco de carbón —se quejó— y además tiene esa cara
               tan boba, sonriendo siempre.


               Edmunda seguía sin creerse que los fantasmas fueran inofensivos y tampoco se
               tragó que el presidente Porfirio Díaz jugara matatena con el suyo. Además si
               eran tan baratos ¿dónde estaba el negocio? Y para rematar no le gustó nadita que
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