Page 53 - Fantasmas, espectros y otros trapos sucios
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lo que empezó con el comentario de un juez calificando a una participante de
“caballona” terminó en una batalla de insultos y honores mancillados.
Desde entonces los pueblos rompieron comunicación, cubrieron con piedras el
camino que los unía y les inculcaron a sus respectivos hijos la creencia de que
los habitantes del pueblo vecino eran los seres más groseros, brutos y feos de la
Tierra… Y fue por ese motivo que Pablito conoció Casillas. Su padre, en un
intento por darle una lección de fortalecimiento a su carácter, lo envió al temible
pueblo. Aunque según Pablito la gente Casillense no resultó ni tan bruta ni tan
fea. El niño permaneció un fin de semana, le dieron leche tibia y regresó a casa
montado en un burro que le prestaron.
—Los conocí poco, pero lo suficiente para aprenderme sus caras —finalizó
Pablito—. Ahora están aquí, en Rincón de Garnica, aunque convertidos en
fantasmas.
—Tal vez estás imaginando más de la cuenta —dudó Edmunda—. A lo mejor
tomaron sus caras como molde para hacer los espectromex, así lo hacen con las
esculturas.
—O puede que sean fantasmas de verdad —insistió Pablito.
—Entonces iremos a Casillas para salir de dudas —dijo Edmunda resuelta.
Pablito comenzó a sudar.
—Si tú no vas iré yo sola —aseguró la niña.
Después de pensarlo Pablito aceptó ir, y no fue porque sacara valor de su
debilucho corazón, sino porque tenía terror de quedarse en su casa con el
fantasma del jorobado que se la pasaba haciéndole bromas espantosas.
Salieron al día siguiente. Por primera vez en su vida Edmunda se fue a remojar
en la pileta de la plaza para quitarse algo de mugre y hasta utilizó una lima de
acero para despegarse las costras de las rodillas.
—No eres tan fea después de todo —le dijo Pablito cuando la vio recién lavada,
aunque por falta de práctica, la niña aún tenía los codos negros.
—No lo hice por ti —aclaró Edmunda sin poder evitar ponerse roja—. Quiero