Page 58 - Fantasmas, espectros y otros trapos sucios
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—Ya te lo dije, es muy tarde y no quiero que tus padres se preocupen.


               Ese día me marché de mal humor, y me juré a mí mismo que no volvería ni
               mañana ni jamás, mi tío podía quedarse con todas sus historias y su mugrero, no
               me iba a usar como si fuera su sirvienta, definitivamente no.


               Al día siguiente, domingo, ya estaba de nuevo en la casa de mi tío Chema.


               Sí, ya sé, eso no habla muy bien de mi dignidad, pero las dudas me carcomieron
               toda la noche. Necesitaba saber qué ocurrió con Edmunda y Pablito. Volví
               aunque juré que no compraría otra historia ni tampoco volvería a limpiar un
               baño más.


               —Solo tienes que ordenar la sala —me tranquilizó el tío Chema— y te cuento el
               final pendiente.


               Respiré aliviado, la sala parecía lo más ordenado de la casa de mi tío. Eran solo
               cuatro enormes sillones tapizados en terciopelo verde, dos mesitas de las
               llamadas ratonas y un jarrón. Supuse que solo debía sacudir el polvo.


               —No se te olvide revisar debajo de los muebles —me recomendó mi tío.


               Entonces descubrí la trampa, debajo de los sillones había casi una bodega,
               encontré quince directorios telefónicos desde 1973, un juego de química, dos
               pelucas de arcoíris y una barba tipo Santa Claus. Además en una sombrerera
               había un disfraz de orangután con pelo original junto con cuatro charolas
               michoacanas, ciento setenta bolsas de pan con teleras petrificadas y un zapato
               izquierdo con moho. Pero el colmo fueron las noventa bacinillas que encontré en

               el jarrón, dentro de cada una había desde dulces hasta ratones momificados.

               Terminé de limpiar superasqueado, me enjuagué en el patio y me lavé las manos
               doce veces. Al final me derrumbé en uno de los sillones.


               —Para que se te quite el mal sabor de boca. —Se acercó mi tío y me ofreció una
               bandeja de frutas cristalizadas tan brillantes que parecían de vidrio. Tomó un
               gajo de lo que parecía ser naranja y me lo depositó en la mano—. Son las

               mejores frutas que han cristalizado jamás —aseguró—. Incluso se llegaron a
               usar como joyas. Este limón estuvo en la corona de la reina Victoria de Inglaterra
               y esta uva fue parte del anillo de compromiso de la zarina Alejandra. Anda,
               pruébalas, aún están buenas.
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