Page 72 - Fantasmas, espectros y otros trapos sucios
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La niña entró a la casa por el boquete que servía de respiradero del fogón y

               comprobó que la leyenda era cierta, en parte… Todo allí era de metal: las mesas,
               las sillas, los platos, hasta las pantuflas… pero parecía de vil hierro. Entonces
               rascó un poco y se dio cuenta de que la plata se había ennegrecido con el tiempo.
               Edmunda buscó en ese laberinto de riqueza oxidada y pronto halló en una gaveta
               un montón de campanillas, cascabeles y panderos… No sabía si Eutimio Arizpe
               le había dicho la verdad, aunque no tardaría en salir de dudas.


               En ese momento se abrió la puerta y apareció un espectromex con dos jorobas,
               dientes verdes y unos granitos peludos en la nariz, debía de ser el jorobado que
               había comprado don Toribio para asustar a Pablito. Detrás de él aparecieron tres
               parejas fantasmales más. Todos tenían cara de pocos amigos.


               Edmunda corrió y la siguieron los fantasmas. En medio de la carrera la niña
               agitó las campanas y los espectromex se detuvieron en seco, se restregaron la
               cara y se miraron entre sí, extrañados, como si hubieran despertado de un
               profundo sueño.


               —Tranquilos, no pasa nada, están muertos y se han convertido en fantasmas. —
               De inmediato Edmunda se arrepintió de haber dicho eso. Nadie se iba a
               tranquilizar con semejante noticia.


               Los espectros intentaron gritar y lanzar maldiciones, pero sus bocas estaban
               selladas. Ruperto Rengo, el jorobado, hizo algunas señas impropias.


               —Cayeron en una trampa en su pueblo —explicó Edmunda con suavidad—. Tal
               vez recuerden al responsable, don Carmelo Illescas.


               Todos los espectros lanzaron bufidos, algunos se dieron golpes en la cabeza y
               otros más, de tanto coraje casi se mueren otra vez…


               —Qué bueno que ya recordaron —suspiró Edmunda—, pero antes de que le den
               su merecido ayúdenme a despertar a los demás, toquen estas campanas y
               recuerden que mientras oigan el sonido de la plata, recordarán todo y estarán
               fuera del hechizo de obediencia.


               El repiqueteo de plata se dispersó por todo Rincón de Garnica. A los pocos
               minutos los espectromex recuperaron sus recuerdos. Padres e hijos fantasmas se
               abrazaron, los novios se cubrieron de besos, los espectros abandonaron sus
               puestos de guardia y la gente escapó de las prisiones.
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