Page 77 - Fantasmas, espectros y otros trapos sucios
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LOS FINALES DE LAS PELÍCULAS






               —VAYA, QUÉ HISTORIA tan alucinante —dije lleno de emoción.


               —Así como te lo cuento pasó. —Mi tío sonrió, evidentemente complacido de
               que me hubiera gustado su relato.


               —Eso explica muchas cosas —comencé a atar cabos—. El pequeño fantasma
               que la mujer guardaba en el guaje del cuello era su amigo, Pablito Bustos…


               —Así es. Y el fantasma que yo llamaba Leopoldo había sido en vida don
               Carmelo Illescas.


               Sentí un escalofrío, lo pensé mejor, ya no quería que mi tío me regalara su guaje
               fantasmal.


               —Entonces Edmunda te regaló sus guajes cuando aprendiste la lección —
               deduje.


               —Me temo que no fue tan fácil —suspiró mi tío—. Después de que me contó su
               historia se fue de Sombrerete y no la volví a ver.


               —¿Nunca más?


               —Jamás —reconoció mi tío Chema—, aunque mucho tiempo después, cuando
               estaba buscando en la hemeroteca un dato sobre la desaparición de un crucero de
               jubilados en el Triángulo de las Bermudas, me topé con un artículo que hablaba
               de ella.


               —¿Edmunda se volvió famosa?

               —En realidad era su esquela funeraria —aclaró mi tío con tristeza—. Ahí venía

               una pequeña biografía, y me enteré de algunas cosas que no me dijo. Cuando yo
               la conocí ya había recorrido el mundo. Al parecer, en la adolescencia le tocó
               vivir la Revolución, se convirtió en una renombrada Adelita, incluso hay un
               corrido con su nombre y luchó al lado del general Bernardo Reyes, pero en una
               de las trincheras pescó la tuberculosis. En ese tiempo la enfermedad mataba a la
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