Page 82 - Fantasmas, espectros y otros trapos sucios
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que me estropeó mis planes.


               —Supe que andas volviéndote loco —me reprochó mi padre una mañana—. Y
               además lo haces con mi dinero.


               —No sé de qué habla… —fingí.


               Pero mi padre lo sabía todo, había ido a visitarme a la escuela de Fresnillo y ahí
               se enteró que llevaba meses sin entrar a clase, pronto supo también que gastaba
               el dinero en recopilar historias.


               —Esto no puede seguir así —sentenció—, no voy a permitir que un hijo mío sea
               un vago.


               —Hijo, dinos la verdad… ¿estás bebiendo? —preguntó mi madre, con lágrimas
               en los ojos—. No es bueno hacerlo, ya viste cómo acabó tu padrino
               Godofredo…


               —Estoy recopilando historias —expliqué ofendido—. No estoy haciendo nada
               malo.


               —Pero tampoco nada bueno —la respuesta de mi padre me cayó como una
               lápida—. A partir de la próxima semana te vas al colegio militar de Zacatecas, ya
               hablé con el director, es conocido mío y dijo que se encargará personalmente de
               meterte en cintura.


               La noticia me horrorizó más que cien cuentos de horror.


               —Pero las historias que junté valen mucho —aseguré, esforzándome para no
               llorar.


               —¿Para quién? Para otros locos… —se burló mi padre.


               Tenía que hacer algo urgente antes de terminar encerrado en un cuartel. Así que
               hice una propuesta arriesgada:


               —Papá, ¿y si le demuestro que puedo sacar dinero con mis historias?

               —No digas incordios —bufó, perdiendo la paciencia—, para ganar dinero se

               necesita más que cuentitos…
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