Page 84 - Fantasmas, espectros y otros trapos sucios
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—¡Pero todavía no me voy! Traigo una historia buenísima. ¡El miedo nunca pasa

               de moda!

               El editor parecía sorprendido con mi testarudez. Encendió un puro y la oficinita
               se llenó de un humo pestilente que me hizo toser.


               —Mira muchacho, te voy a dar un consejo —comenzó don Antulio—. Lo que
               está de moda son las historias de amor, de preferencia con una guerra de fondo,
               muchos huérfanos, una abuelita buena y un par de malvados que reciban un

               castigo. Cuando tengas algo así, ponte unos pantalones, péinate diferente y me
               vienes a ver.

               —El terror es mucho mejor que cualquier historia cursi —dije convencido—. El

               terror es lo que le pone sabor a la vida.

               —A mí nada me da miedo —afirmó certante.


               —No diría eso si hubiera hablado con un monstruo, como yo.


               —¿Hablaste con un monstruo? —rio.


               —De la misma manera que lo hago con usted.


               El editor sonrió divertido, casi burlón, aunque noté una chispa de curiosidad en
               los ojos, era mi oportunidad para llevarlo al fascinante mundo del horror.


               Le conté que tres semanas atrás había ido a Membrillos, un pueblo bastante
               remoto. Estuve sentado seis horas en la plaza y solo conseguí un relato regular
               sobre un pollo fantasma. Estaba a punto de irme cuando se me acercó un hombre
               para venderme la historia de un monstruo que respira bajo el agua.


               Para entonces yo ya había aprendido a deshacerme de los lunáticos que solo
               quitan el tiempo y le advertí que solo compraba la historia si me presentaba una
               prueba fidedigna del dichoso monstruo anfibio. Pensé que con eso lo
               desanimaría.


               Extrañamente, el hombre no se fue, ni intentó convencerme con pretextos
               inverosímiles, simplemente se quitó el sombrero y un paliacate que le cubría
               parte de la cara.
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