Page 86 - Fantasmas, espectros y otros trapos sucios
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LOS MONSTRUOS NO VIENEN DE PARÍS






               EL MONSTRUO no fue monstruo toda la vida, nació siendo un niño común y
               corriente; su terrible deformación fue producto de un extraño fenómeno que les
               ocurre a todos los monstruos, aunque vivan en cloacas, ciudades o en un vagón
               del Metro.


               Pero me estoy adelantando, empecemos en una mañana de finales del siglo XIX
               en Veracruz, el puerto apenas se recuperaba de dos invasiones, la norteamericana
               y la francesa. Todavía faltaba la llegada del almirante Fletcher que ocasionó
               tantos desastres en la ciudad, pero esa es sopa para comer otro día.


               Armandito Argumosa, el protagonista de esta historia, nunca pensó que podría
               ser un monstruo, aunque el niño a algunos les resultaba abominable y no
               precisamente por su aspecto, que por cierto tenía la misma pinta de un muñeco
               de porcelana, con espesos bucles castaños y mejillas carnosas de durazno.


               El problema de Armandito es que era un niño acostumbrado a que le cumplieran
               todos sus caprichos, cada mañana debían despertarlo con un regalo, de lo
               contrario no salía de la cama. No aceptaba ponerse la misma ropa más de dos
               ocasiones, cuando le servían la sopa muy caliente se enfurecía tanto que solo

               dejaba de patalear si le llevaban un raspado de grosella. Pensarás que eso es muy
               simple, pero no, en esa época había que mandar expedicionarios a traer el hielo
               de la punta del Pico de Orizaba a un costo desorbitado, aunque el dinero nunca
               fue problema para la familia de Armandito.


               Los Argumosa Gurría eran dueños de catorce ingenios azucareros y se
               consideraban lo más selecto del puerto. Aunque estaban en pleno Veracruz,
               tenían esa obsesión francesa de la época y salían vestidos tan abrigados como
               para el aguanieve de París, aunque solo les esperara el calcinante sol del golfo.


               Armandito era hijo único, aunque no siempre lo fue: había tenido una hermana
               mayor llamada Cristina que murió súbitamente a los doce años, luego de una
               rara enfermedad. Se decía que fue una gripe polaca o dengue mozambiqueño o
               cualquiera de las extrañas enfermedades que traían los marinos de todo el
               mundo.
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