Page 130 - El Bosque de los Personajes Olvidados
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pronto se detuvo a unos pasos de él debido al chirrido de la puerta al abrirse.

               Rigardo en persona se les presentaba, tan espléndido como la luna de octubre
               que pintaba el mar.

               —Si hubieran hecho esto desde un inicio, habríamos perdido menos tiempo —

               dijo con aire triunfal.

               Cuando el mago caminaba, el viento a su alrededor parecía soplar sólo para
               ondear su capa hecha con tejido de la noche, lo cual le añadía estilo y

               distinción. Anjana se puso tensa al verlo, y el rostro del Príncipe Verde pasó del
               rojo al blanco. Ella se llevó las manos a un costado, en busca de su varita, y
               aquél hizo lo propio con su espada. La esfinge, a quien parecía no escapársele
               ningún detalle, se puso en guardia, lista para abalanzarse sobre los príncipes, y
               lanzó un amenazador rugido. El gnomo y yo mirábamos la escena desde el
               dintel de la puerta.


               —¡Basta! —exclamó Rigardo y agitó su mano derecha. La espada del príncipe
               se volvió agua que escurrió de su mano y que, al tocar el piso, se convirtió en
               hielo, mientras que la varita de la princesa Anjana se trasformó en una mariposa
               que, tras su elegante vuelo, se posó en la solapa de Rigardo—. No han venido
               aquí a pelear, ¿o sí?


               Anjana y el Príncipe Verde intercambiaron miradas.


               —De haber sido así —agregó Rigardo—, mi adorada esfinge los habría hecho
               trizas y repartido sus pedazos por doquier. ¿Por qué no mejor pasamos por una
               infusión de claro de luna y hablamos en el jardín? Hay una vista espectacular de
               la Llanura de las Flores Danzantes. Además, nos acompaña un invitado, a quien
               ya tienen el gusto de conocer. Curiosamente coincidió su visita con la de él.


               Hasta ese momento los príncipes se percataron de que el gnomo y yo estábamos
               presentes.


               —Ha pasado tanto tiempo, princesa —dijo el gnomo haciendo una reverencia.


               —¿Tú, tú eres…?


               —Sí, mi querida niña.

               —Papá me dijo que…
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