Page 131 - El Bosque de los Personajes Olvidados
P. 131

—Tu padre es un hombre extraordinario, pero tiende a creer lo que imagina sin

               corroborar si es o no cierto.

               Anjana comenzó a llorar y, sin más, se lanzó a los brazos del gnomo, quien para
               ese momento también lloraba como una fuente. La esfinge suspiró y Rigardo nos

               invitó a seguirlo.

               La casa de Rigardo era un buen parámetro del bienestar de los magos
               poderosos de nuestro mundo, pero más cómoda que las típicas cuevas,

               catacumbas y mazmorras.

               Luego de una hora de mocos y llanto entre Anjana y el gnomo, y de un par de
               tazas de la deliciosa infusión de claro de luna, Rigardo llevó la plática a donde

               él quería, mientras la esfinge revoloteaba sobre las flores que seguían sus trazos
               en el aire rítmicamente.

               —Entonces, ¿qué quieres saber? —preguntó Rigardo a Anjana.


               —Necesito saber qué pides para romper mi maldición.


               Rigardo sonrió como si hubiera escuchado un chiste, pero contuvo lo que supuse
               sería una sonora carcajada ante una pregunta absurda. El gnomo Puck, que
               sabía cuándo intervenir para evitar que el mago fuera grosero, respondió con
               elegancia:


               —Querida niña, es imposible que un mago revierta sus hechizos; es un tabú
               hacerlo.


               —Pero los seres místicos sí pueden cambiar y revertir los dones —contratacó el
               Príncipe Verde, quien hasta ese momento se había mostrado taciturno.


               —Pero no aquéllos cuya sangre es mixta —repuso Rigardo todavía conteniendo
               la carcajada ante una pregunta para él elemental.


               —¿Quiere decir que…? —comenzó a preguntar el Príncipe Verde.


               —No pienso darles detalles acerca de mi pasado ni de mi persona, pues no es el
               objetivo de esta reunión.


               —¿Cómo te atreviste a lanzar un hechizo tan vil, tan cruel? —lo increpó el
   126   127   128   129   130   131   132   133   134   135   136