Page 96 - El Bosque de los Personajes Olvidados
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La niña me miró y luego contempló sus dedos; su vista pasaba de éstos a mis
labios, y de allí a mis ojos, y de nuevo a sus dedos.
—Creo que en parte tienes razón —declaró con una gran sonrisa—. Pero
también se puede soñar con ser pianista si uno es grande, como tú. Nunca es
tarde para intentarlo.
Aquel último comentario me dolió. Aunque, claro, tenía razón, a ella el escritor
la había planeado desde su infancia, y de mí solo tenía el esbozo de un joven
apuesto, muy apuesto, la verdad, y de un tono verde que variaba del pálido,
cuando estaba triste o asustado, al intenso cuando me emocionaba o
experimentaba algún tipo de dicha.
—Pues sí, se puede ser pianista a cualquier edad —le respondí—, pero tendrás
más oportunidades cuanto más pequeña comiences. Y entonces, ¿puedo saber tu
sueño?
—Es un secreto.
—Los amigos no tienen secretos.
—Pero tú no eres mi amigo.
—Pero puedo serlo.
—¿Cómo?
—Si te lo pido.
La niña arqueó de nuevo las cejas, con notoria incredulidad. Podría ser
pequeña, pero para nada ingenua. Aun así corrí el riesgo de preguntarle. Total,
¿qué podía perder?
—¿Quieres ser mi amiga? —pregunté al tiempo que extendía mi mano hacia la
suya. Ella lo pensó un momento y, tras mirar de nuevo sus dedos, su pie descalzo
y mi mano, aceptó afirmando con la cabeza—. Entonces, ¿me cuentas qué
sentiste en la barrera del mago? Recuerda que los amigos se cuentan secretos.
—Sólo si tú me dices un secreto —reviró. Era una niña hábil.