Page 100 - Hasta el viento puede cambiar de piel
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La maestra bebió un poco más de su té, no sé si para hacer más emocionante la
espera o porque quería poner un poco de orden a una idea que tal vez era más
complicada de explicar.
—No. En realidad fueron otras personas —habló al fin.
Todo estaba muy confuso. ¿Qué tenía que ver alguien que no tenía que ver? La
maestra se dio cuenta de que nadie había entendido nada y continuó:
—La doctora Gardel debía haberlas hecho nacer, porque era la médico
especialista de las señoras embarazadas, pero finalmente fueron diversas
enfermeras quienes las ayudaron a nacer. Revisamos todos los nacimientos
atendidos por la doctora y encontramos algo muy extraño. Más del ochenta por
ciento de los partos que atendió eran de niños.
Todos quedamos confundidos; yo miraba a Tania y ella a Mario y él al Bicho, y
por nuestras expresiones era fácil saber que no entendíamos. Claro que cada
quien no comprendía diferentes cosas y de eso me di cuenta, cuando Jujú le
preguntó a Mario en un murmullo:
—Oye, ¿cuánto es el ochenta por ciento?
Yo decidí expresar mi duda:
—¿No nos había dicho, maestra, que hace algunos años no se podía saber el sexo
de un niño antes de que naciera?
Ella puso una leve sonrisa en su rostro; casi una línea recta:
—Eso es lo extraño. Las madres de las desaparecidas eran sus pacientes y sin
embargo, justo cuando debía atenderlas, algo pasó y no las asistió el día del
parto. Y en esos casos nacieron niñas. Todo pasó como si lo hubiera sabido.
Entonces Mario le dijo algo que no parecía venir mucho al caso pero que al
parecer tenía desde hacía rato en la cabeza y que debía preguntar antes de que se
le perdiera como un estornudo que se ahoga.
—Maestra... averiguamos algo con la familia de las gemelas y con el papá de la
señora Lulú, ellos no querían que sus hijas fueran niñas.