Page 105 - Hasta el viento puede cambiar de piel
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—Del sitio donde desaparecieron las mujeres.
La directora de la primaria Héroes de la Patria tomó las pulseras y las miró como
si estuviera tocando algo imposible, como si tocara un arcoiris o un cuerno de
unicornio.
—¿Sabe a quién pertenecían? —preguntó la maestra, mientras se ponía de pie y
se colocaba detrás de la silla que había abandonado, esperando tal vez que la
doctora dijera algo. Pero ante el silencio que ésta guardó, la profesora misma se
respondió la pregunta—: Son los nombres que hubieran tenido las mujeres
desaparecidas de haber nacido hombres.
Con una voz casi tímida, la doctora dijo:
—¿Éstas son las pulseras de las mujeres desaparecidas?
—No finja doctora. Usted sabe que sí.
La doctora se puso de pie y se comenzó a pasear como me imagino que se
pasean las fieras acorraladas por los cazadores.
—Explíquenos una cosa —continuó nuestra maestra—. ¿Cómo es que las únicas
mujeres que han desaparecido eran mujeres que al nacer no fueron recibidas por
usted, pero que eran partos que debió haber atendido?
La doctora se sentó frente a su escritorio de nuevo y se llevó la mano sana a la
frente como si un dolor de cabeza repentino la hubiera atacado.
Sus cabellos blancos se perdieron entre sus dedos. —¿Cómo se las ingeniaba
para que sus pacientes tuvieran siempre varones? —preguntó la maestra
recargando sus manos en el respaldo de la silla.
—¿Qué dice?
—Le diré cómo ocurría todo. Si un hombre se empeñaba en tener un hijo varón,
acudía con usted sin que la madre se enterara y, por una significativa cantidad de
dinero, les daba un hijo. Usted ya estaba preparada. Tenía contactos con otros
hospitales y clínicas. En cuanto el bebé nacía, si se trataba de un niño no había
problema, pero si era niña, la cambiaba por un bebé varón que ya aguardaba en
un cuarto cercano. ¿Cómo hacía para que las madres no se enteraran? ¿Las