Page 102 - Hasta el viento puede cambiar de piel
P. 102

23






               POR MÁS QUE ROGAMOS ACOMPAÑARLA, la maestra nos pidió que
               permaneciéramos en su casa y esperáramos su regreso. Nosotros queríamos ser

               los primeros en saber qué decía la doctora.

               Un momento estuvimos ahí sentados, impacientes, como los familiares que
               aguardan en la sala de espera, con ansia, el nacimiento de un bebé. Tania acabó

               con el silencio:

               —¿En serio creen ustedes que la doctora sea la que ha desaparecido a las
               mujeres?


               —Es una tontería. Ella también es mujer —dije.


               —Pero ya la conocen. Odia a todo mundo sin importar si eres niña, niño, planta
               o mineral —continuó Mario.


               —La doctora es casi una momia. No creo que la maestra y tu prima corran
               peligro —continuó el Bicho.


               Entonces sentí el atontamiento que debían sentir los personajes de caricaturas
               cuando les pegan con una sartén en la cabeza. Algo terrible que no había visto,
               de pronto era claro, como una película proyectada en una gran pantalla:


               —Tu abuela quiso advertirle a alguien que consideraba como su hermana menor
               —le pregunté al Bicho—, ¿quién era?


               Él se llevó una mano a la boca en gesto de querer recordar algo y luego dijo:


               —No sé. Sólo sé que iba a veces a casa de doña Frida y de la maestra.


               Sentí como si un millón de hormigas salieran de mi estómago y me recorrieran
               todo el cuerpo, y creo que los demás también lo sintieron, porque pusieron el
               mismo rostro pálido. El líder de los Escorpiones dijo:


               —¿Crees que se refería a la maestra Brenda?
   97   98   99   100   101   102   103   104   105   106   107