Page 109 - Hasta el viento puede cambiar de piel
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—¿Cómo? —nos oímos decir Tania, Mario y yo.
El Garrapata se atrevió a decir:
—La vimos caminando con prisa por la calle. Sólo que como nadie la seguía
decidimos venir a buscarlos.
—Para ser tan vieja, camina muy rápido —dijo el Alacrán.
No tardamos ni cinco segundos en tocar a la ventana por la que espiábamos.
Érika dio un brinco; le hemos pegado un susto tal que la hizo verse tan pálida
como su bata, y la maestra no se quedó atrás, porque soltó el teléfono, se llevó la
mano al rostro y contuvo un grito de espanto. En cuanto ésta abrió la ventana,
Mario y yo le informamos al mismo tiempo:
—Maestra, la doctora huyó.
—¿Qué dicen?
—¿Y hacia dónde pudo haber ido? —preguntó Érika.
—La vimos tomando la calle 15 —dijo el Bicho.
Tania y yo nos miramos, sólo había un lugar adonde esa calle podía llevarla.