Page 115 - Hasta el viento puede cambiar de piel
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Pero vi cómo la corriente les impidió aproximarse. Me di cuenta de cómo el
viento era más furioso en la zona donde estaban. En unos segundos los envolvió
un remolino que daba vueltas más y más rápidamente. Por una arena roja
arrastrada en el aire se hacía difícil verlas.
Le grité a los demás:
—Tenemos que hacer una cadena para alcanzarlos.
Entonces vi cómo el Alacrán se asía a una columna y se tomaba con Érika de la
mano, y cómo éste hacía lo mismo con Tania. El Bicho, el Garrapata y yo
formamos otra cadena igual en la que yo era la punta. Mi amiga y yo avanzamos
justo donde el viento soplaba con más fuerza. El remolino giraba cada vez más
rápido, la arena roja me hizo sentir en medio de una tormenta marciana y el
sonido que hacía la ventisca nos impedía escucharnos. De cualquier forma le
grité a Tania:
—Tú toma a Mario y yo a la maestra.
La fuerza del viento aumentó y no podíamos acercarnos. Entonces vi cómo la
doctora fue levantada del suelo. Mario la tomó de la pierna en un intento por
salvarla y la maestra hizo lo mismo. Los tres en un instante ya estaban inmersos
en ese torbellino sangriento que los empezaba a levantar en el aire. Tania gritó:
—Voy por ellos.
Vi cómo mi amiga se zafaba de Érika y corría hasta la maestra y Mario. Dio un
salto y los tomó de las piernas, justo cuando ya desaparecían de nuestra vista.
Entonces mi prima y yo corrimos contra la corriente furiosa hasta Tania. Me
estiré lo más que pude, lancé un grito furioso, di un salto y alcancé a tomar a mi
amiga de su pierna derecha. Pude ver cómo Érika hacía lo mismo y tomaba a
Tania de su otra pierna. El viento no parecía rendirse y sentí que nos arrastraba.
Entonces una mano me tomó la pierna. Escuché la voz del Bicho detrás:
—Ya la tengo. Alacrán, no sueltes a la prima de Ivón.
Detrás de todos, el Garrapata, que era un niño muy fuerte, sostenía a los dos
Escorpiones por las piernas y se afianzaba al suelo tanto como podía. El viento
era ya un pequeño huracán que giraba y ascendía. Todos sentimos que debíamos
usar todas nuestras fuerzas para no perder a quien sujetábamos con nuestra