Page 25 - Hasta el viento puede cambiar de piel
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En realidad no fue por ver a todos los niños fuera del salón, ni por no ver a la
maestra Brenda sentada en su escritorio: fue el rostro de mis amigos el que me lo
dijo. En cuanto me topé con las miradas de Laura y Mario lo supe. Algo malo
había pasado.
—¿Ya supiste? —dijo Mario con la misma cara de quien se ha enterado que
tendrá de visita a su primo que da puntapiés a la menor provocación y que
compartirá con él su cuarto por una semana.
—¿Qué cosa?
—Hubo otras desapariciones —dijo Laura, con ese gran control que tenía y que
la hacía decir todo sin hacer grandes gestos ni manoteos, todo lo contrario de
Tania.
Sentí un abrazo frío, como el que daría un esquimal, un abrazo que me
estremeció, congeló mi cerebro y me hizo incapaz de decir palabra.
Mario se encargó de darme la noticia, mientras yo por un lado dejaba en el suelo
la bolsa de plástico donde llevaba mi almuerzo, y por el otro, mi mente se
recuperaba de la impresión.
—Fueron Ena y Nati Zúñiga.
—¿Las gemelas?
Mis pensamientos se entremezclaron confusamente, como en un cruce de
semáforos descompuestos. ¿Dos desaparecidas? ¿Se fugarían? ¿Tenía que ver
algo la señora Lulú? ¿Por qué no estaba la maestra? Y Laura aumentó mi
confusión al decirme:
—Pero eso no es todo...
O más bien debería decir que pudo haber sido ella quien me confundió más, pues
en realidad fue Mario quien me dio la noticia, como queriendo ganar la