Page 28 - Hasta el viento puede cambiar de piel
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continuar —. Y eso es un eufemismo.


               Mi amiga a veces decía palabras demasiado rimbombantes, que nos dejaban a mí
               y a Mario sin saber qué decir. Ella pareció darse cuenta que no entendimos y nos
               explicó:


               —Quiero decir que si tu papá sabía que se iba a ir, no iba a decir “me voy a la
               frontera y los dejo”, sino “me voy por cigarros o por refrescos”.


               Vaya, o sea que un eufemismo es hacer que una cosa suene mejor de lo que es.
               Con Laura siempre aprendía algo nuevo. Ella solía leer todos los días, no como
               Tania que prefería ver la tele. Miré a mi amiga y me asombró —como tantas otra
               veces— que dos personas iguales o más bien que físicamente estuvieran en el

               mismo cuerpo fueran al mismo tiempo tan diferentes, tanto que uno nunca las
               confundía cuando estaba con cualquiera de ellas. Tal vez se debía a que Laura
               siempre se recogía el cabello con una cola de caballo y a Tania le encantaba
               traerlo suelto. Tal vez era que a Laura le encantaba usar vestido y Tania prefería
               usar pantalones (muchas veces yo decidía qué ponerme dependiendo con cuál de
               las dos me fuera a encontrar). Por supuesto que con el uniforme de la escuela
               ninguna de las dos podía hacer grandes cambios, aunque a Tania le gustaba
               quitarse el suéter y llevarlo amarrado a la cintura, mientras que Laura cuidaba
               siempre de tenerlo puesto y bien planchado. Claro que el mismo sol que habría
               hecho esconderse a las piedras había obligado a Laura a quitarse el suéter, sólo
               que ella no se lo había amarrado a la cintura como lo hubiera hecho Tania, sino
               que lo llevaba perfectamente doblado sobre el brazo.


               Mario de pronto me hizo regresar a la plática, justo cuando nos pusimos de pie
               para retomar nuestro camino:


               —¿Entonces? Si se las llevaron a fuerza, ¿a dónde se las llevaron?


               —Tal vez a trabajar gratis a otro lado —se me ocurrió opinar.


               —Es posible que simplemente no las quisieran aquí —respondió Laura mientras
               se sacudía el polvo de su falda.


               —¿Quieres decir que alguien las odiaba? —preguntó Mario con un tono de
               incredulidad, para al final atreverse a dar una de sus teorías increíbles—. Tal vez
               un ovni las secuestró. Leí que esas cosas pasan en los desiertos.
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