Page 33 - Hasta el viento puede cambiar de piel
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—¡A mí es a quien no me gustan, mamá!
La señora Katya era una mujer muy distraída, aunque ella lo negaba, pero así
pasa: los defectos que tenemos sólo los ven los demás. También hay defectos
que sólo nosotros vemos (como mis grandes cachetes), pero esos, según dice mi
mamá, son inseguridades.
Me agradaba la idea de quedarme con Laura, pero para ello tenía que ir al
teléfono público y hablarle a mi prima Érika, quien después de su trabajo de
enfermera siempre iba a comer conmigo y se quedaba en las tardes, mientras
llegaba mi mamá del trabajo.
Mario me acompañó para pedir permiso también.