Page 31 - Hasta el viento puede cambiar de piel
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—Sí, pero cuidado y no le cayeras bien . Su mirada podía ser refrescante pero

               también fría y castigadora —añadió Laura.

               Era cierto, yo misma había visto cómo lo hacía:


               —Una vez que se peleó con su hermano lo dejó congelado unos instantes, como
               en un juego de encantados.


               Por otro lado, Nati tenía una mirada cálida y acogedora. En los días de viento, la
               gente le gritaba del otro lado de la calle para que su mirada los hiciera sentir
               abrigados. Y en las comidas ella te hacía el favor de calentar tu sopa si estaba
               tibia. Mario volvió a opinar:


               —Escuché que una vez ayudó a su mamá a rostizar un pollo completo.


               —Tenía una mirada tan cálida que a veces era incómodo que te viera —continuó
               Laura.


               Era claro que la gente prefería ver, o más bien, prefería dejarse ver por una u otra
               hermana según el clima. Ena era la favorita en los veranos calurosos y Nati en
               los inviernos fríos.


               Mario dijo algo que nos hizo sentirnos un poco aprovechados:


               —Si no aparecen, ya nadie nos enfriará nuestras bebidas o calentará nuestro
               chocolate.


               Luego nos pusimos a pensar en el sello de doña Frida y en sus guantes. Siempre
               llevaba las manos cubiertas para proteger a la gente de sus dedos. Decían —yo
               nunca la vi hacerlo— que podía abrir latas y cortar metal con sus uñas. Mamá
               me habló de ella sólo una vez: “Es una mujer con la que nadie querría tener
               nunca un problema”.


               Nos pusimos a reflexionar cuál podría ser la relación entre los cuatro sellos, y
               aunque le dimos tantas vueltas al asunto que pronto ya giraba sin control, lo
               único que logramos fue que nuestras mentes quedaran muy mareadas. Ni
               siquiera nos sirvió adoptar la pose de esa escultura famosa de un hombre
               pensando; la verdad es que no parecía haber ninguna relación entre perros,
               miradas y uñas filosas.
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