Page 27 - Hasta el viento puede cambiar de piel
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Mario y yo nos vimos con dos grandes signos de interrogación en nuestras

               miradas, mientras nos sentábamos para tomar aliento.

               —¿Por qué nosotros? —pregunté confundida.


               —La policía será quien las busque. Ellos son los que tienen su departamento de
               detectives.


               Laura nos miró a los dos y nos preguntó:


               —¿Quiénes han desaparecido?


               —Pues dos señoras y dos muchachas, ¿qué no te fijaste? —respondió Mario, sin
               percatarse de que Laura había hecho esa pregunta para que nos diéramos cuenta
               de algo y no para que le dijéramos algo que ya sabía.


               —¿No lo notan? ¿Por qué no desapareció el padre de Ena y Nati? ¿Por qué no su
               hermano?


               ¿Acaso a eso se refería ella con fijarse en los detalles? Tenía razón, ¿por qué de
               entre cuatro desaparecidos, ninguno era hombre?


               Laura externó lo que ya no podía ser una coincidencia de cuatro lados:


               —No huyeron... alguien las hizo desaparecer.

               Mario adoptó de nuevo el rostro que pone cuando piensa en la invasión de los

               zombis o el seguro ataque de los vampiros. Claro que no se atrevió a decir nada.
               Ahora no estaba Tania para apoyarlo con una nueva teoría de momias
               secuestradoras.


               —Pero, ¿por qué alguien querría desaparecer mujeres? —me atreví a preguntar.

               —¿Y si todas se pusieron de acuerdo y decidieron irse a trabajar a otro lado
               como lo hizo mi papá?


               —¿Sin decirle a nadie, Mario? —le contesté.


               —Mi papá no le dijo a nadie que se iba.


               —Tu papá al menos dijo que iba por cigarros —aclaró Laura, para después
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