Page 35 - Hasta el viento puede cambiar de piel
P. 35

—Gracias, Pilar —dijo Laura.


               Pilar era una de las pocas personas mayores a quien le gustaba que todo el
               mundo le dijera por su nombre, sin nada de señora, doña, señito, o lo que fuera;
               decía que esos títulos la hacían sentir más vieja.


               Ella se paró, nos miró con atención y limpió sus lentes, como si hubiera visto
               una mancha atravesada en el cristal. Después de ponérselos nos dijo:


               —Veo que están preocupadas. Su lado sonriente apenas se alcanza a ver, está un
               poco apartado de ustedes, y hasta un poco distraído.


               El sello de Pilar era uno que a ella misma, nos confesó alguna vez, no le gustaba
               mucho, pues la hacía sentir agobiada. Y se podía entender, ya que veía a todas
               las personas pero en doble; no como una persona con problemas de vista o como
               un personaje de caricatura que se golpea la cabeza y empieza a ver dos cosas de
               todo. Ella siempre que veía a una persona a su lado miraba sus dos caras: la que

               pensaba cosas malas y la que pensaba cosas buenas. Decía que podía verlas
               haciendo gestos, moviéndose y a veces hasta diciendo cosas.

               —Tu lado positivo está sentado mirando al suelo —le dijo a Laura, luego se

               volvió a mí y opinó—: El tuyo, Ivón, sólo está viendo con ansiedad el guisado
               que tengo aquí.

               Y tenía razón, una parte de mí, muy escondida, estaba ansiosa por un taco del

               guiso que tenía Pilar en la olla calentándose y que olía tan bien. Y aunque no
               tenía caso mentir, Laura aseguró:


               —No pasa nada, Pilar, no te preocupes.

               —Así se ve su lado negativo —dijo, mientras veía a un lado nuestro, para
               comentar—: Muy preocupado. Muy preocupado —hizo una pausa y luego

               agregó, tras dar una palmada en el mostrador—: Ya sé. Están preocupadas por
               Ena, Nati, Lulú y Frida, ¿no? —una de nuestras caras, no sé si la mala o la
               buena, debió hacer algún gesto, porque Pilar dijo—: Lo sabía. Pero no deben
               preocuparse, niñas. Ya volverán.


               —¿Tú crees? —preguntó Laura, mientras me imaginaba su lado positivo
               levantándose del suelo y recobrando la esperanza.
   30   31   32   33   34   35   36   37   38   39   40