Page 40 - Hasta el viento puede cambiar de piel
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               ESA NOCHE, mamá llegó furiosa:


               —La policía insiste en que debe pasar al menos una semana para que una
               persona se considere desaparecida.


               —¿Fuiste a la policía con las demás señoras? —le pregunté.


               —Ya sabes que el trabajo no me lo permite, pero pude hablar con la señora
               Estela de regreso en el camión.


               —¿Ya está mejor?


               —Dice que tal vez para mañana se encuentre bien. Todavía no recupera del todo
               su sentido del olfato. La que tiene muy mal sus piernas es mi amiga Jose.


               —¿Y qué más dijeron los policías?


               —Son unos inútiles. Igual que los hombres de este pueblo. Dicen que Ena y Nati
               seguramente se fugaron de su casa con sus novios. De nada le sirvió a su mamá
               defenderlas y decir que no tenían novios. “Las muchachas de su edad nunca le
               cuentan acerca de sus novios a sus madres”, aseguraron. Y de la señora Frida
               consideraron que estaba tan vieja que debió haberse perdido en algún lugar de su
               propia casa y que de seguro aparecería mañana.


               —Entonces, ¿no piensan hacer nada?


               —Mientras no pasen cuatro días más, como dicta el procedimiento, no creo que
               nos escuchen —se sentó molesta en el sillón de la sala y se descalzó—. Tontos
               burócratas —aventó un zapato contra la pared, como si lo aventara a un
               burócrata—. Aseguraron que mientras no haya crimen que perseguir ellos no
               pueden hacer nada.


               Mamá se veía tan consternada que no quise comentarle lo que había platicado
               con Laura ese día.
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