Page 45 - Hasta el viento puede cambiar de piel
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Lulú, ya que, aunque no me había visto el rostro, sí dormí muy acalorada.
—El viento del norte anunció la desaparición de todas —aclaré.
Por un momento pensé que Tania se burlaría de mí por lo que le había contado,
pero incluso creo que un brillo extraño bailó en sus ojos:
—Esto sí que suena muy misterioso. Hay que platicarle esto a la maestra Brenda.
Ella es muy inteligente y sabrá qué hacer.
—Lo malo es que debe llegar hasta la tarde de hoy. Si fue al pueblo vecino, no
va a regresar pronto.
—¿Tendremos que esperar hasta mañana, amiga?
Un pensamiento, más negro que la oscuridad que deben de ver los peces de las
profundidades del océano, me hizo negarme:
—No, Tania. Hay que impedir que más mujeres vayan a la ciudad. Las tías de
Mario y mi mamá trabajan en la ciudad. ¿Qué tal que desaparecen?
—Entonces hablemos con mamá —sugirió mi amiga.
Por suerte entre la multitud de mujeres que se encontraban frente a la tortillería
cerrada, estaba la mamá de Laura-Tania. Ella era de las pocas mujeres que no
trabajaban en las fábricas y eso se debía a que sus padres le habían dejado
ahorros que les permitían vivir bien sin necesidad de laborar.
En cuanto nos vio no dijo:
—Niñas. Lo mejor será que se vayan para la casa. Las señoras y yo iremos a la
ciudad. Exigiremos que manden aunque sea una patrulla a vigilar.
—No, mamá, no pueden ir a la ciudad. ¿Qué tal que desaparecen? —le dijo un
poco asustada Tania.
—Pero, ¿qué dices?
Mi amiga le pidió hablar con ella.
—Mamá, hemos averiguado algo... —pensé que le contaría sobre lo de nuestra