Page 62 - Hasta el viento puede cambiar de piel
P. 62

13






               CLARO QUE ESTABA DESOBEDECIENDO a mamá. Pero al igual que
               Mario, estaba convencida de que podíamos intentar algo mientras las mujeres

               protestaban en la ciudad.

               Mario me dijo un poco inquieto:


               —Tal vez debimos decirles lo que averiguamos.


               —Aún no averiguamos nada. Sólo son sospechas.


               Además yo tenía mis dudas; eran siete desaparecidas y la policía todavía no se
               había dignado a hacer nada, ¿por qué iban a creer en las ideas de unos niños?


               Apenas habíamos tomado la calle de mi casa cuando la vi corriendo hacia
               nosotros, con su cabello atado y rebotando en su espalda. Era Laura.


               En cuanto nos alcanzó, se acercó a Mario y lo abrazó:


               —Lo siento, Mario. Pero vas a ver cómo encontramos a tu tía.


               Mi amigo se quedó callado un momento; parecía que las imágenes de su tía se
               habían metido a su cabeza como un enjambre de abejas furiosas y le habían
               robado las palabras.


               —Mamá fue con todas las mujeres a la ciudad —le dije a Laura.


               —Sí. Mi madre también fue. Tenemos que aprovechar para ir a la parada.

               Laura nos felicitó por nuestros avances en la investigación y nos dijo que ella

               estaba segura de que todas las mujeres perdidas habían desaparecido en algún
               punto cercano a la parada.


               Decidimos que lo mejor sería correr, pues eso nos permitiría averiguar algo antes
               de que regresaran nuestras madres, y así evitaríamos ser castigados.
   57   58   59   60   61   62   63   64   65   66   67