Page 68 - Hasta el viento puede cambiar de piel
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Quién sabe qué hace que los seres en peligro, como los antílopes cuando los van
a atacar los leones, no ataquen con patadas, ni tampoco huyan cada uno por su
lado y acaben juntándose. En esos momentos nosotros éramos seres en peligro y
tampoco se nos ocurrió correr, ni tomar piedras para defendernos; decidimos
juntarnos y esperar lo peor.
—Así que aquí están los llorones —dijo el Bicho, mostrando sus perversos
dientes amarillos.
Mario sacó de no sé dónde algo que lo hizo actuar como nunca lo hubiera hecho
un antílope ante un león hambriento: le reclamó.
—¿Qué quieren con nosotros? Déjenos en paz.
Los Escorpiones casi no pudieron creer que “un llorón” se atreviera a
enfrentarlos, así que comenzaron a reírse. Tuve que darle un ligero puntapié a
Mario, uno pequeño, como diciendo: “¿Qué haces? Nos van a matar”.
—Es chistoso que lo preguntes, llorón —le dijo el Bicho—, pero no quiero nada
contigo. Voy a respetar tu vida si no te metes.
Entonces se adelantó y nos miró a Laura y a mí:
—Mi cuenta pendiente es con este par de lloronas tramposas.
Laura se escondió detrás de Mario, buscando resguardarse de esa cuenta
pendiente, fuera lo que fuera.
Yo decidí que no iba intimidarme un abusivo como ése y le dije:
—¿Y qué vas a hacernos? Lo que nos hagas se lo diremos a nuestras mamás y a
las maestras.
Pero por extraño que parezca, todos los Escorpiones se veían tan felices, sobre
todo el Garrapata, como si en vez de amenazarlos los hubiera invitado al cine
con palomitas incluidas.
—¿Por qué nos amenazas? Deberías estar agradecida. Lo que quiero es hacerles
un favor —me dijo el Bicho.