Page 91 - Hasta el viento puede cambiar de piel
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               DESPUÉS DE COMER EN LA CASA de la maestra (nos invitó a todos unas
               ricas tortas de jamón y queso), ella fue hasta el hospital donde trabajaba mi

               prima. No entendimos qué quería de ella, pero sospeché que intentaría averiguar
               más sobre el nacimiento de todas las desaparecidas. Tal vez Érika, por estar
               estudiando medicina, podía saber algo.


               La ayuda que necesitaba la maestra de nosotros era muy simple: averiguar los
               nombres que les habrían dado a todas las mujeres desaparecidas de haber sido
               niños.


               El único problema era Lulú, que no tenía parientes para preguntarles, pero las
               demás no debían de ser problema, o eso creímos.

               No esperamos mucho. Casi acababa de entrar Mario en su casa cuando ya había

               salido. (Afortunadamente ya no se le había ocurrido traer a su perro, tal vez para
               no exponerlo a otra insolación.) Parecía que sólo hubiera entrado a preguntar la
               hora a sus tías. En cuanto cerró la puerta, corrió hasta nosotros gritando:


               —Luis Alberto. Le iban a poner Luis Alberto a mi tía.

               Hasta ese momento la maestra Brenda parecía tener razón. Sólo una cosa me

               acosaba, ¿de qué nos serviría averiguar de quiénes eran los otros nombres? Pero
               entonces Tania me recordó lo que había dicho Laura días antes:

               —Recuerda, amiga, hay que fijarse en los pequeños detalles.


               Para no perder tiempo, decidimos que el Bicho y yo averiguaríamos con el padre
               de Pilar cuál habría sido su nombre; mientras, Tania y Mario interrogarían al
               hermano de las gemelas. Yo no estaba muy a gusto con eso de compartir una

               misión con el Bicho, pero Mario me convenció:

               —Como vamos a hablar con hombres, todo será más fácil si vas tú con el Bicho
               y yo con Tania.
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