Page 106 - El sol de los venados
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No podía hablarle. Yo no tenía voz. Vi a su madre abrazada a la abuela. Luego,
vino hacia mí y me abrazó.
–Vamos un momento a casa, Jana –me dijo con dulzura.
Me dejé llevar. No abrí la boca. Un cuerpo vacío no habla. Al llegar a su casa, la
mamá de Ismael me dio una taza de leche tibia. Me quedé mirando la taza sin
parpadear. La verdad, lo único que quería era que me dejaran tranquila, que me
dejaran flotar.
–Bebe un poquito, Jana... –oí que me decía Ismael.
No respondí ni quité la mirada de la taza. Finalmente, la mamá de Ismael me dio
una cucharada de leche en la que puso unas gotas de no sé qué. Un momento
después, el rostro azulado de mamá volvió a llenar todo el espacio y yo me perdí
en él.
No sé cuánto tiempo dormí. Todo estaba oscuro cuando desperté. Me senté de un
salto en la cama.
–Tranquila, Jana, yo estoy aquí contigo –oí que me decía la mamá de Ismael
mientras encendía la luz.
–Ponte esta ropa, Jana. Vamos a volver a tu casa. Tu papá ya ha regresado.