Page 57 - El sol de los venados
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–TATÁ, Y SI DE PRONTO nos sale un problema como el del obrero y los
ladrillos...
Tatá arrugó la frente y volvió a explicarme el dichoso problema. Al día siguiente
teníamos examen final de matemáticas. La abuela me dio una palmada porque
me vio comiéndome las uñas. Me puse a llorar. Definitivamente, nadie entendía
lo que era un examen de matemáticas. Era el miedo personificado. Era un
monstruo que iba a devorarme, allí, en mi pupitre. Y sin ninguna necesidad,
porque cuando sea mayor no voy a hacer nada que tenga matemáticas. Cuando
estoy asustada, me como las uñas. Entonces me regañan o me pegan. Sin
embargo, a la señorita Elvira, que fuma como una chimenea, nadie le dice nada.
El otro día oí que le decía a la abuela, que estaba asomada a la ventana:
–Son los nervios los que me obligan a fumar, doña Flora.
–Qué se le va a hacer, señorita Elvira, qué se le va a hacer –le dijo la abuela
comprensivamente.
Ismael, que es el único que de verdad me entiende, no está. En su colegio le han
dado un permiso especial para que presente los exámenes después de las
vacaciones. Se ha ido con su mamá y su abuela a un pueblecito de la costa donde
tienen unos familiares.
–Voy a ver otra vez el mar, Jana –me dijo sonriendo tristemente–. El mar sin
papá...