Page 74 - Sentido contrario en la selva
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—Aquí está —dijo Pedro extendiendo un paquete, un cilindro o rollo muy bien
envuelto en papel y plástico.
—Págale —ordenó el jefe a alguno de sus hombres, mientras que se adelantó a
casi arrancarle el paquete de las manos a Pedro.
Pedro recibió unos billetes que revisó y guardó rápidamente en su bolsa.
—Como siempre, Pedrito, es un placer hacer negocios contigo. No te tardes en
llevarte el otro pedido —señaló los árboles donde habían descargado—. Espero
el pago en diez días.
—Don Rodolfo, en diez días no sé si los compradores hayan pagado todo…
—Diez días, Pedro, no lo olvides —dijo el hombre subiéndose a la camioneta.
Y ya con el motor en marcha, volvió a exclamar: —¡Diez días!
Pedro profirió una serie de palabrotas, mientras apuraba el paso hacia los
árboles. Dudé entre quedarme a ver qué hacía o salir corriendo aprovechando
que los árboles estaban a una buena distancia. Decidí escapar.
Llegué sofocado a la palapa–comedor. Ahí estaban todos, acomodando parte del
equipo, conversando sobre la expedición, con un aire de descanso que no les
había visto.
—¿De dónde vienes, así corriendo, Nicolás? —preguntó Sita sonriente, los pies
puestos en alto sobre una silla.
—…… —señalé con el pulgar hacia atrás, mientras me sentaba tratando de
acomodar mis ideas y mi aliento.
—¿Por qué corriste tanto? —insistió Sita.
—Es que… ahora… me dio por el deporte —bromeé buscando algún alivio.
—¿Cien metros planos? —continuó Sita la broma, aunque sus ojos me
examinaban sin reír.
—…salto de obstáculos, más bien… —contesté, queriendo contar pero sin