Page 66 - La desaparición de la abuela
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Rodrigo se asombró por la gran cantidad de gente que se encontraba en aquel
lugar y se asombró más aún cuando todos elevaron una oración en una misma
lengua que nunca en su vida había escuchado.
—¿En qué idioma hablan, Nené? —preguntó Rodrigo, curioso, a su abuela.
—En esperanto, que es un idioma artificial que inventó un señor que se llamó
Zamenhof para que sirviera de lengua universal.
—¡Aaaah! ¡Y tú le entiendes?
—No, pero comprendo el sentido. Tampoco entiendo ni chino ni japonés, y
puedo hablar sin problemas con los que han llegado al Paraíso. El idioma aquí,
muchachito, es el amor, sólo el amor.
Rodrigo pensó furioso que sí, cómo no, el amor... ¡cuál amor, caray!
Al terminar la ceremonia, todos se dirigieron en un orden perfecto al área donde
comieron horas antes. Una vez más, Rodrigo observó lo que ocurría: todos se
lanzaron delirantes a tomar los platos y a servirse abundantemente manjares
exquisitos y, de inmediato, cada uno empezó a cambiar su actitud.
Rodrigo casi no resistió la tentación de comer algo. ¡Cómo quisiera él también
abalanzarse sobre la comida! Pero estaba consciente de que, si lo hacía, estaría
perdido, ¡y tenía que salir de ahí a como diera lugar con todo y su abuela!
Le guiñó un ojo a la Nena y ambos fingieron comer. Rodrigo tenía esa sensación
espantosa de que alguien lo observaba constantemente, así que trató de que su
actuación fuera lo más perfecta posible.
Cuando todos terminaron de cenar y, en perfecto orden, se dirigían a sus
habitaciones, Rodrigo, sin soltar el brazo de Elena, simuló que ambos harían lo
mismo.
Sin embargo, justo antes de llegar a la puerta de cristal, ordenó:
—No vamos a entrar, Nené. ¡Agáchate y sígueme...!
Doña Elena se asustó horrores, pero un ángel era un ángel y había que
obedecerlo a ciegas, así que se dobló por la cintura y corrió detrás de Rodrigo sin