Page 23 - La otra cara del sol
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resignado ante semejante injusticia, le mandaba a escondidas ejercicios de
escritura y operaciones de matemáticas y Fanny hacía todo también a escondidas
en los cafetales o a la luz de una vela cuando sus padres dormían.
Pienso que entre el papá de Fanny y el mío hay un abismo, pues si algo le
importa a papá más que todo es que sus hijos sean buenos estudiantes y nos
martilla una y otra vez con que la única herencia que puede dejarnos es la
educación. Nos dice que todo lo que aprendamos será un tesoro que nadie nos
podrá quitar jamás. Pienso que en mi país debe de haber muchos papás como el
de Fanny para quienes las mujeres no sirven sino para criar hijos y atender la
casa. Creo que si mi abuela hubiese ido a la escuela, luego al colegio y, por qué
no, a la univesidad habría podido ser jefa de una empresa o gerente de una
fábrica, con lo fuerte que es y con lo que le gusta mandar. O las hijas de don
Samuel, el dueño de nuestra casa y de todas a su alrededor, que terminaron el
bachillerato pero que no fueron a la universidad porque el padre no lo permitió,
y que han leído tantos libros y que no pueden transmitir lo que saben a nadie...
Alicia, la mayor, habría sido una maravillosa profesora; tiene tanta paciencia y
tantas ganas de que la tierra entera lea todos los libros. Me acuerdo de un novio
que tuvo una de mis primas, varios años mayor que Tatá, un chico que se la
pasaba burlándose de todo el mundo. Un día nos dijo a mi hermana y a mí que
las mujeres eran inferiores a los hombres, que nada más había que ver que eran
hombres los grandes músicos, los grandes compositores, los pintores, los
científicos, los políticos, etc., etc. Yo le lancé una mirada asesina y le dije con
toda la furia de que era capaz:
—¡Si no hay tantas mujeres que hayan hecho cosas importantes es porque los
hombres no las han dejado, a lo mejor por miedo, a lo mejor los hombres tienen
miedo de que las mujeres los sobrepasen!
Me miró por un instante con incredulidad y después soltó una carcajada tan llena
de desprecio que salí corriendo para que no me viera llorar.
Tatá me dijo que yo me tomaba las cosas muy a pecho. Me pregunté cómo era
posible que a mi prima le gustara semejante imbécil.
No sé por qué le dije eso de que los hombres tenían miedo de las mujeres. No lo
sé, pues lo que veo todos los días me muestra lo contrario. Fanny tuvo que
someterse a lo que dijo su padre (además era tan pequeñita); Alicia y sus
hermanas... ¿o no? El corazón comenzó a latirme en el pecho como un caballo