Page 31 - La otra cara del sol
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—Papá..., ¿nos dejarías ir a cine? —le dije tímidamente. Ni siquiera lo había

               consultado con mi hermana, se me ocurrió ahí, en el momento.

               Papá se rascó la cabeza y dijo:


               —¿Solas?


               —Pero si el cine está apenas a dos calles de aquí —le repliqué.


               —Supongo que Coqui y el Negro también querrán ir —comentó.


               Y Coqui y el Negro que rondaban por ahí, haciéndose los desentendidos, pero
               parando la oreja para escucharlo todo, salieron de la nada y exclamaron
               emocionados:


               —¡Sí!, ¡sí!


               Así que partimos Tatá y yo rumbo al cine con nuestros hermanos de chaperones,
               el colmo, pero era mejor que nada. Hacía tanto tiempo que no íbamos al cine que
               no nos importó ni siquiera saber cuáles eran las películas de ese día, ni me
               importó si eran de guerra, que son las que más detesto.


               Vimos una que me puso los pelos de punta; era la historia de un grupo de
               mujeres que se había escapado de prisión, algunas de ellas eran muy violentas,
               verdaderas criminales, y las otras, más débiles, se sometían a ellas. La otra
               película era una historia de amor. Tatá estaba realizada viéndola, seguro que se
               sentía la heroína. Cuando volvimos a casa, casi entrada la noche, parecíamos
               flotar en una nube, hasta yo estaba soñando con el galán. Corrí a mirarme en el
               espejo y me vi linda, tenía las mejillas sonrosadas, recordé lo que me había dicho
               hacía unos días la señorita Elvira en una de esas visitas relámpago que nos hace:


               —¡Pero esta niña tiene una piel de seda!


               Pensé que a lo mejor alguien se enamoraría de mí algún día...






               EL VOLVER DEL colegio, al otro día, encontré una carta de Ismael.
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