Page 32 - La otra cara del sol
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Querida Jana:
Sabes que no me gusta mucho escribir cartas, pero tampoco quiero que pienses
que te he olvidado. Han pasado también algunas cosas que quiero que sepas.
El consejo de profesores de mi colegio decidió hacerme saltar un año. En lo
único que me tengo que poner verdaderamente al día es en las materias
científicas, lo demás no es nada difícil. Sigo leyendo tanto o más que antes, pero
en definitiva creo que no seré escritor. Me encanta leer las historias que los
otros han inventado, pero para decirte la verdad no se me ocurre ninguna. Por
ahora, lo que me fascina es la anatomía; a lo mejor en el futuro seré un médico
enamorado de la literatura.
No me lo vas a creer, pero quien escribe en casa es mamá. Un día, buscando mis
viejas libretas de calificaciones, encontré unos poemas escritos a mano, en las
mismas hojas que mamá utiliza para anotar recetas de cocina. Se notaba que
muchos habían sido escritos después de la muerte de papá, porque estaban
impregnados de tristeza, otros hablaban de la vida, de lo cotidiano: el despertar,
el llanto de un niño; me recordaron los poemas de Pablo Neruda, un poeta
chileno que le hace poemas a todo, hasta al perro y al gato, como diría tu
abuela. Jana, si puedes leerlo, hazlo, es una maravilla.
Le confesé a mamá que había encontrado sus poemas por accidente y que los
había leído; que me habían parecido hermosos. Ella enrojeció y sin decir
palabra se fue a su cuarto y al regresar un momento después puso en mis manos
montones de páginas. La miré incrédulo.
—Pero ¿a qué horas escribiste todo eso, mamá?
—En los desvelos, hijo —me contestó—. Cuando era muy joven empecé a
“poetizar”, como decía mi mejor amiga. Cuando me enamoré de tu papá escribí
muchísimo, pero luego la vida cotidiana me agarró y dejé de lado la escritura y
volví a ella a la muerte de tu padre. Al principio fue una manera de “hablar ” con
él. Escribía para no llorar; luego, cuando el dolor se apaciguó, pude pensar en
otras cosas, mirar el mundo y escribir sobre él.
No le dije nada, Jana, la abracé muy fuerte. Con su consentimiento mostré
algunos de los poemas a mi profesor de literatura, que se quedó lelo y ahora él