Page 40 - La otra cara del sol
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—O naciste sabio —opinó Nena y su opinión nos dejó aún más sorprendidos a
todos.
—Bueno, dejemos tanta seriedad y comamos el dulce más rico que solo una
persona en el mundo es capaz de hacer —dijo papá—. A ver, Fanny, traiga su
obra maestra.
Y Fanny, roja como un tomate, puso en la mesa un recipiente de porcelana con
un dulce de piña, coco y tomate de árboU y cuya receta no ha querido dar a
nadie jamás.
Papá tuvo que rifar la lamida del recipiente. La suerte le tocó a Monona, pero
como aún es pequeña, tuvo que aguantarse las manos de Nena y de José
recorriendo el recipiente para chuparse los dedos después.
Durante un buen rato la familia acaparó la presencia de Ismael, todos querían
saber cómo era la vida junto al mar, pues aparte de papá, ninguno de nosotros lo
conocía.
Ismael nos habló del calor sofocante, de la alegría de la gente, de las vendedoras
de bollos que por las tardes pasaban de casa en casa con grandes platones sobre
sus cabezas, de los almuerzos domingueros en la playa, de las mujeres que
hacían las tareas domésticas al son de la música.
—Bailan todo el tiempo —dijo Ismael divertido.
Papá sonrió y le preguntó a Ismael si sabía cómo se hacía el arroz con coco.
—Yo no —contestó Ismael—, pero mamá sí que lo sabe, se lo preguntaré.
Antes de partir, Ismael se quedó un rato conmigo. Nos sentamos como años
antes en la acera y no supimos a qué horas llegó el atardecer, a qué horas el cielo
se volvió naranja, rojo, amarillo.
Nunca he visto un cielo semejante en ninguna parte —susurró.
Pensé para mis adentros que yo tampoco encontraría, fuera adonde fuera, un
cielo como ese. Me acordé de que había pensado mostrar mis poemas a Ismael,
pero no, no lo haría.