Page 44 - La otra cara del sol
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Comprendí que mamá permaneció con nosotros poco tiempo, pero que nos había

               dado amor para toda la vida. Seguramente por eso Ismael afirmaba que mamá
               siempre estaba y estaría con nosotros. La certeza de haber sido amados nos
               acompañaría siempre. Era como abrir un libro lleno de palabras reconfortantes,
               un libro que uno lee cuando quiere, un alimento inagotable. Fanny no sabía lo
               que era eso y sentí mucha pena por ella. Yo no tenía madre, sin embargo, su
               imagen siempre estaba presente; Fanny tenía la suya, pero era como si no
               existiese, pues nunca venía a verla, jamás le escribía y cuando lo hacía era para
               pedirle dinero. Uno de nuestros profesores nos comentó que muchos padres
               tenían hijos solo para que más adelante les ayudaran económicamente. “Para mí
               es otra forma de esclavitud”, sentenció el profe.


               Creo que mi profe tenía razón, Fanny es uno de esos hijos. Nunca ha conocido
               otra cosa diferente del trabajo y en algún rincón de mi alma sentí vergüenza
               porque ahora trabajaba para nosotros. Pero, si no era en nuestra casa sería en otra
               donde no la querrían como nosotros.


               En el recreo, hablé de todo eso con María y María y me llevé una gran
               desilusión, porque ninguna me entendió. Para ellas una muchacha de servicio era
               simplemente una sirvienta con la que uno no debía crear lazos de ningún tipo
               aparte del de patrón y sirviente.


               Caí en cuenta de que teníamos niveles de vida diferentes. Ellas vivían en casas
               lujosas que yo envidiaba secretamente; iban a clubes donde yo jamás había
               puesto los pies; tenían montones de ropa y no sé cuántos pares de zapatos y se
               daban otros lujos a los que yo no podía aspirar.


               Me sentí muy mal y no volví a abrir la boca; menos mal que el timbre sonó y
               tuvimos que formarnos para ir a clase, así pude evitar mostrarles el desaliento
               que me embargaba.


               En casa no tengo tiempo de pensar en esas cosas. Hay tanto que hacer: calmar a
               Coqui y al Negro que cuando se les da por hacerle la vida insoportable a José no
               los para nadie. Ver si José ha hecho sus tareas (en este aspecto no hay que
               preocuparse por Nena, es una exagerada, a ella más bien hay que decirle que no
               estudie tanto). Tengo que jugar con Monona y ayudar a Fanny en la cocina,
               planchar y hacer mis propias tareas. También tenemos que ocuparnos de papá.


               Todas esas tareas las comparto con Tatá. Ella es como tener un pedacito de
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