Page 46 - La otra cara del sol
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No, no iba a permitir que entrara otra mujer en casa a tomar el lugar de mamá,
¡eso jamás!
Tatá vino al cuarto y me dijo:
—Jana, ¿acaso has visto a papá interesado en alguien? Lo único que hace es
trabajar, y el tiempo libre lo pasa con nosotros.
Sonreí a Tatá agradecida. Era verdad, al menos por el momento no tenía razones
para preocuparme. Además, a papá le iba a quedar muy difícil encontrar a
alguien que se pareciera a mamá.
Y, como si hubiese una comunicación mental, al otro día me llegó una carta de
Ismael con un poema de Neruda que había copiado para mí: “La mamadre”, así
llamaba Neruda a su madrastra. Su madre murió muy poco después de su
nacimiento y la segunda mujer de su padre crió a Neruda como a su propio hijo.
Neruda no conoció a su mamá y yo sí conocí a la mía y si algún día tuviera una
madrastra me pasaría haciendo comparaciones. Enseguida le escribí a Ismael
contándole mis preocupaciones al respecto.
POR LA NOCHE llegó papá radiante y nos anunció enseguida la razón: la tía
Dorita iba a venir a pasar dos semanas con nosotros. Todos gritamos de
felicidad.
—¿Y con quién va a dejar a sus niños? —preguntó Tatá.
—La abuela va ir a quedarse con los grandes, Dorita se traerá a los dos
pequeños.
—José y Monona van a tener con quien jugar —terció Coqui y añadió
dirigiéndose a José—: Si Mao te llega a pegar, Llanero solitario, te deja como
una estampilla.
—¿Quién es Mao? —preguntó Nena.
—Uno de tus primos, y no se llama Mao, su nombre es William. Tu abuela lo
apoda Mao porque es gordito, tiene las mejillas sonrosadas y los ojos