Page 49 - La otra cara del sol
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Tatá y yo soltamos la carcajada. La abuela es el terror de sus yernos. Adivinando
enseguida la razón de nuestra risa, la tía Dorita también rio.
—Mamá es todo un personaje —dijo la tía Dorita con ternura.
Por las tardes, cuando papá volvía del trabajo, hablaba largamente con la tía.
Y como todo tiene un fin llegó el día de la partida. Tatá y yo ayudamos a nuestra
tía a hacer las maletas sin decir nada, como si las palabras se hubieran volado.
—¿Y esas caras largas? —dijo la tía revolcándonos el cabello y añadió—.Ya
hablé con su papá, me prometió mandármelos en vacaciones, de dos en dos, por
turnos.
—¿De verdad? —exclamó Tatá radiante.
—De verdad, verdad —respondió la tía.
Esa noticia nos consoló mucho, pero también pensé que me encantaría visitar a
Ismael, conocer el mar, comer pescado frito en la playa, atragantarme de
mangos, leer los nuevos poemas de Mara, pero papá no había vuelto a mencionar
nada al respecto, no había vuelto a decir “Ya veremos”, la frase que me llenaba
de esperanza.
Después de la partida de la tía Dorita la casa está silenciosa. Hasta José y
Monona juegan callados. Fanny no canta mientras hace sus oficios. Ni siquiera
ha puesto el radio, algo increíble, porque nadie en casa puede concebir la
existencia de Fanny sin su radio.
Las clases en el colegio se me hacen más largas y difíciles que de costumbre,
pues ya no tengo el aliciente de encontrar, al regresar a casa, la sonrisa de mi tía
querida.
Papá no puede disimular su tristeza. Ha vuelto a quedarse horas leyendo el
periódico, escondido en las hojas inmensas como si así se escapara de la
realidad.
PERO LO QUE uno no aprende es que nunca hay que desesperarse. Como me