Page 43 - La otra cara del sol
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Durante semanas no hice otra cosa antes de dormirme sino leer los poemas de
Neruda y los de la mamá de Ismael; casi que me los sabía de memoria y aunque
no comprendía muchas cosas, me emocionaban y me conmovían, así como
cuando era pequeña y me emocionaba con los cuentos de Andersen aunque no
comprendiera la mitad de lo que leía. Me daba la impresión de que apenas abría
los libros entraba en un mundo de felicidad aunque muchos de los poemas
fueran tristes.
Me di cuenta de que Tatá lee Los versos del capitán y de que los copia en un
cuaderno. A lo mejor sueña con leérselos al hombre solitario, nuestro vecino,
que la verdad sea dicha en los últimos tiempos no anda tan solo; ahora tiene un
grupo de amigos que entra y sale de su casa. Es algo que pone a mi hermana de
mal humor y supongo que lo mismo les ocurre al resto de las muchachas que
acostumbran rondar por los alrededores a ver si lo ven.
Me pregunto si yo también voy a volverme tan idiota el día que me guste un
muchacho. Me da la impresión de que estoy retrasada repecto a mis compañeras
de colegio, casi todas hablan de chicos, y a mí solo me interesan los libros...
María y María son varios años mayores que yo y me da la impresión de que
cuando estoy con ellas no pueden hablar libremente, pues se sienten grandes y
me ven como a una chiquita. Parece que éste es mi destino... La única vez que
me vieron de manera diferente fue cuando nuestra profesora de español y
literatura nos dio como tarea escribir un poema a la madre. Escribí el mío y
como todas las demás tuve que leerlo ante la clase. Vi que Tatá se ponía a llorar
y que María y María lloraban también. Cuando terminé de leerlo todas me
aplaudieron con emoción, incluida la profe. El poema me lo publicaron en el
periódico del colegio, para mi gran orgullo y el de papá, que quería enmarcarlo.
Fanny me pidió que se lo copiara. Me sorprendió mucho, pues ella no había
conocido a mamá.
—Es porque hay mucho amor en él. Se ve que tu mamá te quería y que tú la
adorabas —me dijo como si adivinara mis pensamientos.
—Me gustaría que me quisieran así —añadió mientras hacía como si se secara
las manos con su delantal.
—Te lo copiaré —le dije con un nudo en la garganta.